El usurero de almas

El tiempo se agotaba y él lo sabía. Su respiración no solo se volvía cada vez más entrecortada, sino también más difícil. Consiente del poco tiempo que le quedaba antes de morir asfixiado bajo aquel manto helado y blanco trató de escapar por su cuenta. Mas no era mucho lo que podía hacer por sí mismo, su cuerpo estaba entumido pese a las gruesas capas de ropa que le envolvían, a penas y podía mover los dedos pero aun asi siguió intentándolo. Con esfuerzo consiguió moverse y poco a poco apartó con sus manos la nieve que le rodeaba, puso su empeño en eso esperando salvar la vida.

Entonces se detuvo.

Permaneció en silencio unos minutos consternado, desorientado y confundido, preguntándose algo que no se había detenido a pensar:

-¿Hacia dónde estaba cavando? ¿Qué es arriba y que es abajo? ¿O quizás simplemente se estaba moviendo hacia un costado?

El pánico invadió su cuerpo despojándolo de toda esperanza de salir con vida. Por un instante en su mente desfilaron distintos pensamientos dedicados a su familia, sus amigos, al amor de su vida. Trató de llorar pero no pudo siquiera una lágrima derramar. Su cuerpo estaba tan frío que sus lágrimas se le habían congelado por dentro.

Dejó escapar unos minutos desesperanzados temblando sin control alguno, señal inequívoca que estaba a las puertas de la hipotermia. Jamás hubiera pensado que así llegaría su final, distaba mucho de su muerte ideal, en cama, rodeado de sus seres queridos y una copa de vino que le ayudaría a caer dormido para no volver a despertar. En cambio se encontraba ahí, sepultado en la nieve, temblando sin control esperando con horror a que la muerte viniese a recogerlo. Dio un grito mudo, sordo y desesperado. No quería eso, morir ahí de esa forma… solo. Pronto comenzó a gritar para sus adentros que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para salvar la vida y escapar de aquel frío e inerte destino.

Fue entonces que lo notó. La nieve se removía frente a él cada vez un poco más hasta que una oscuridad diferente apareció ante sus ojos. Era el cielo, de un azul oscuro, tenuemente iluminado por el fulgor de las estrellas le habitan. Una oleada de esperanza se adentró en él, mas su cuerpo estaba tan helado como para que se reflejara en su rostro. Escuchó unos cuantos pasos y vio la nieve removerse un poco más a su alrededor.

Él le miro desde arriba con una sonrisa socarrona y mal intencionada. Vestía de forma de forma elegante, con un grueso abrigo, bufanda y sombrero de copa. El color de sus ojos, negros como la oscuridad que le había ceñido despedían perversidad. La esperanza que en él había nacido duro solo un segundo, pues al ver aquella mirada se desvaneció al instante.

-Me ha parecido escuchar… qué harías cualquier cosa por salvarte- Dijo con una voz tranquila y colmada de malicia. –Si ese es el caso entonces te tengo una oferta que no podrás rechazar.

El hombre que yacía enterrado entre la nieve no tembló de miedo ante aquella voz solo porque ya lo hacía por él frío. De poder hacerlo hubiera huido, no obstante en aquel instante la única salida posible era la muerte.

-Escucha con cuidado mis palabras, Jeff. – El hombre se sorprendió al escuchar su nombre, sin embargo, su temor era tanto que no se detuvo a pensar en quien era o como es que lo sabía.

-Te salvaré de esta- Continuó el hombre del abrigo- Y prolongare tu vida tanto como tú quieras. A cambio tú me prestaras tus servicios, me conseguirás todo lo que te pido.

Jeff le miro aterrado, aquello era justo lo que el sacerdote de la iglesia le había contado hace ya tantos años: El diablo tratando de comprar su alma. Una sonrisa falsa se dibujó en el rostro del usurero cuando se acuclillo a su lado.

-Puedes rechazarlo, no voy a obligarte- Habló con calma- Pero claro que si lo hacer te quedaras aquí enterrado justo como te encontré, temblando hasta la muerte. A mí me parece un buen trato, una vida tan larga como lo desee a cambio de trabajar para mí. ¿Por qué lo piensas tanto? Tú sabes que lo quieres. Si estás de acuerdo mueve tu cabeza afirmativamente, sino, de lado a lado. 

El corazón de Jeff se llenó de miedo y confusión, tenía que elegir, vivir y servir o morir. Cerró sus ojos y guiado por el miedo a lo desconocido a la muerte sombría, fría y solitaria en aquellas heladas montañas asintió. Pronto un intenso calor le embargo acompañado de un ardiente dolor que le hizo perder la conciencia.

Cuando abrió los ojos ya no temblaba, se encontraba en un lugar caliente, arropado entre mantas y cómodamente recostado en una cama con varios catéteres conectados a su cuerpo y cables que revisan su pulso. Miro la habitación confundido entonces comprendió que había sido rescatado y que todo había sido un mal sueño. Dejo escapar un suspiro aliviado y giro su rostro hacia la ventana. Allí le vio, parado, sonriente y ataviado con su abrigo.

-No olvides tu contrato- Le dijo y de la nada apareció junto a su cama un pergamino- No lo olvides- Repitió y desapareció.

Jeff dejó caer el pergamino luego de leerlo en medio de un ataque de histeria que hizo saltar las alarmas de los monitores que le vigilaban. Los médicos entraron en la habitación y para tranquilizarle, más ninguno se dio cuenta del pergamino firmado con el nombre y la sangre de Jeff que había caído bajo la cama y rezaba:

“Yo, Jefferson Hernández, me comprometo a entregar un alma al diablo cada mes durante el resto de mi vida a cambio de la extensión de la misma. Si en algún momento no llegará a cumplir con dicha condición, mi vida acabara en el instante y será mi alma la que pase a los infiernos. Firmo esto bajo mi propio consentimiento y estando de acuerdo con las condiciones.

Jefferson Hernández"