La chispa de Alhza

Faltaba un cuarto de hora para la media noche cuando su voz resonó como un eco distante en las paredes de la habitación. Las luces de las lámparas parpadearon un par de veces antes de apagarse y volver a encenderse con una intensidad mucho menor a lo normal. Cerré el libro que tenía entre las manos y lo dejé sobre la cama antes de levantarme a recibir a aquel que estaba por llegar. Unos pasos firmes y contundentes se hicieron notar en el pasillo, justo antes de que el aire comenzara a helar. La cerradura de la puerta giro por sí sola, me aparte de ella a pesar de que sabía que unos cuantos pasos a tras no lograrían que mi vida dejara de peligrar. La puerta se abrió al fin, de forma lenta, mostrando a la criatura que se hallaba bajo su umbral.

No poseía un rostro, al menos no como el nuestro. Su cabeza era cubierta por una membrana azul con formas heptagonales, sus fosas nasales me recordaban a las de las serpientes y por boca tenía unos labios muy fino que se perdía cuando estaban unidos. Se encontraba encorvado, por lo que parecía más bajo de lo que realmente era y quizás sus manos y piernas eran lo único en ella que se asemejaba a un ser humano.

Me plantee frente a él sin miedo, pues con criaturas como esas no puedes darte el lujo de mostrar temor.

-Bienvenido seas a mi humilde habitación.- Dije con educación. -¿En qué puedo ayudarle?

-Sssghu, ssghienes asssglo jen necesissgho paggha mi opegghascion- Dijo con mucha dificultad mostrando tres filas circulares de colmillos filosos y puntiagudos cada vez que abría la boca.

-Tengo muchas cosas- Respondí mientras me acomodaba la bata.

-Lllla gishpa je alhgssza. – Declaró.

-Me temo que eso es algo que no te puedo proporcionar.

-Engsshoces poggh llla fueggssha llla voj a gssomagsh- gruño revelando una amenazadora cresta que recorría toda su espalda hasta la punta de su cabeza.
-Buena suerte al tratar. – Le dije.

La criatura salto hacia mí con sus dientes por delante, di un par de pasos laterales esquivando la embestida. Al ser le sorprendió mi reacción, mas no por eso se detuvo y se apresuró a trepar por la pared hasta llegar al techo desde donde me miraba de cabeza como si se tratase de un enorme insecto. Bufó con enfado y yo suspire resignado antes de que se lanzara sobre mí como lo había hecho antes. Volví a moverme ligeramente y él fue a dar al piso. Estire la mano hacia la estantería que tenía a mi derecha y tome de ahí una esfera de cristal la cual le arroje a la criatura. La esfera se rompió en cientos de fragmentos al golpearle, los cuales parecían quemarle. Una especie de humo salió de su cuerpo mientras se retorcía en el suelo. Volví a acercar la mano a la estantería tomando esta vez una daga, de hoja delgada y fina plata amalgamada con un metal de aspecto cobrizo que no se encuentra fácilmente. Tan pronto mi mano sujeto el arma la arroje contra la criatura, incrustándosele en la membrana de la cabeza y haciéndole proferir un grito agudo y horrible antes de sacarse el arma y correr hacia la ventana para saltar por ella, destrozando el marco de madera y el vidrio con su mal herido cuerpo y perderse entre la oscuridad de la noche por completo.

Tras su abrupta salida me acerque a mi ventana rota y escudriñe el jardín con la mirada sin lograr ver nada más que oscuridad, neblina y sombras, aunque tampoco esperaba encontrar algo.  Mas sabía que aquel ser, fuera lo que fuese, estaba herido, no muerto y que regresaría de nuevo.

A la mañana siguiente baje a la bodega y cogí la ampolleta que contenía la mencionada chispa de Alhza. Habían pasado cuarenta años desde la última vez que había sido reclamada por los exteriores y ahora que sus fuerzas se encontraban lo suficientemente respuestas para volver a tratar de tomarla y descubrir donde se haya, tendría que encontrar un mejor lugar para resguardarla.