Despertar

Abrió los ojos despertando de un largo sueño. No reconoció el techo de la habitación donde se encontraba, por lo que se pregunto en qué lugar se hallaba. Trato de incorporarse y sintió que algo se lo impedía, fue entonces que se percato de los cables que estaban conectados a su cuerpo. Con cuidado se sentó en la cama y comenzó a despegarse aquellos cables mientras miraba a su alrededor. Descubrió junto a su cama una serie de aparatos los cuales solo reconoció como “maquinas de monitoreo de vida”.

“Un hospital”- Pensó.

Volteo hacia el otro lado de la cama, sus ojos se toparon con una corona floral marchita que descansaba sobre uno de los asientos. Lo miro con extrañeza y se pregunto cuento tiempo llevaba ahí.

Nuevamente trato de ponerse en pie, esta vez de una forma más libre, pero no sin dificultad alguna. Le costó levantarse de la cama pero aun más mantenerse en pie, sentía sus piernas tambaleándose por su propio peso, como si estuvieran hechas de gelatina. Pese a eso, no se percato de su precario equilibrio y trato de dar un paso hacia la puerta más cercana, pero solo consiguió caer al piso.

El golpe fue seco, pero aunque dejo escapar un leve grito de dolor, el impacto le ayudo a despertar completamente. Por un momento permaneció en el piso saliendo del aturdimiento, poco después trato de incorporarse, apoyo sus brazos contra el piso, pero estos le temblaron y cedieron por lo que se volvió a golpear. Trato de nuevo, esta vez más despacio. Lentamente logro incorporarse hasta quedar sobre sus rodillas, intento colocar un pie sobre el suelo, lo logro; más cuando quiso incorporarse por completo perdió de nuevo el equilibrio y cayó, no obstante esta vez se preparo para ello por lo que consiguió meter las manos antes de que el resto de su cuerpo tocara el piso. Una vez más consiguió erguirse sobre sus rodillas, sin embargo esta vez busco algo a lo que pudiera asirse antes de tratar de levantarse. Estiro su brazo hasta alcanzar uno de los aparatos que había en la habitación, se aferro a él tan fuerte como pudo y haciendo un esfuerzo casi sobre humano (o así lo considero) logro ponerse en pie.

Al principio se tambaleaba, pero no tardo en equilibrarse. Dejo escapar un suspiro, por fin lo había logrado, ahora solo esperaba no volver a caer. Dirigió su mirada a la puerta que había tratado de alcanzar, dio un pequeño paso, después otro. Paso a paso comenzó a acercarse a la puerta, aunque parecía más que lo hacía arrastrando los pies que caminando, pues apenas y los despejaba del suelo.

Al llegar a la puerta apoyo su mano en la perilla y la hizo girar, dejo que la puerta se abriera sola revelando que se trataba de un cuarto de baño. Camino trastabillando dentro de él y se detuvo frente al lavabo. Abrió el grifo pero no salió ni una sola gota de agua. Levanto su rostro y se topo con un espejo sucio y estrellado, pero pese a eso pudo ver su reflejo, el cual le sorprendió. Su cabello del color del trigo maduro estaba más largo de lo que recordaba, pero también más delgado y frágil; su rostro afilado lucia demacrado, sus pómulos resaltaban tanto que le daban un aspecto cadavérico; sus ojos color marrón parecían sumidos en sus cuencas y reflejaban la confusión que sentía. Observo el resto de su cuerpo con más detalle. Estaba más delgada de lo que le hubiese gustado, pronto cayó en cuenta que lo que vestía era una de esas tabas de hospital que dejaban la parte posterior al descubierto. Cuanto las odiaba. Regreso a la habitación y comenzó a buscar algo más que ponerse. Pese a saber que nadie la observaba no podía evitar sentirse expuesta. Encontró unos pantalones de cirujano y una bata de doctor, al no tener nada mas decidió usarlos.

Cambiarse no fue fácil, sobre todo ponerse aquellos pantalones. Una vez vestida se acerco a la ventana y movió un poco la persiana que impedía la vista. Lo que presencio le dejo una sensación de vacío. Un cielo gris lo cubría todo y la lluvia caída de forma constante sobre una, más que abandonada, desolada ciudad. Los autos y los edificios parecían abandonados. Un silencio y una calma impropios de una gran ciudad se extendían a lo largo y ancho de esta.

Se alejo de la ventana, incrédula y asustada. Trato de correr fuera de la habitación pero solo consiguió tropezar consigo misma. Cayo al pie de la cama, cerró los ojos por unos segundos tratando de mitigar el dolor y al abrirlos se topo con una tablilla. Estiro su brazo hasta alcanzarla y la llevo hacia ella. Poso sus ojos y de una u otra forma leyó lo que ahí ponía:

“Abigail Weeden, 23 años. Desintoxicación por envenenamiento de metales pesados. Coma inducido.”

¿Ese era su nombre? ¿Por eso se encontraba ahí? No lo sabía. No recordaba nada. Pero por alguna razón intuía que así era. Se incorporo lentamente ayudándose con la cama y camino hacia la puerta de la habitación. Intento abrirla, no obstante esta resulto estar atascada. Miro a su alrededor buscando alguna otra salida. Pero no la había. Pronto una sensación de opresión comenzó a invadirla y el saberse encerrada la llevo a la desesperación. Se aferro a la perilla de la puerta y comenzó a girarla de un lado a otro de forma desenfrenada, golpeo la puerta con su pequeña mano y grito por ayuda. Pero nadie la escucho. No había nadie quien pudiera escucharla.

Grito desesperada, el confinamiento en el que se encontraba le parecía cada vez más insoportable. Continúo forzando la perilla hasta que algo crujió. Era el seguro que había saltado. Esperanzada empujo la puerta, sin embargo esta no se movió. Seguía atascada. La desesperación regreso a ella y volvió a golpear la puerta una, dos… tres veces, pero esta no se abrió, súbitamente volvió a golpear la puerta, esta vez no son sus manos, ni con sus piernas, la embistió usando todo el cuerpo. La puerta cedió al fin y cayó de nuevo al suelo haciéndose daño en el hombro. Permaneció en el piso por unos segundos, aliviada por haber abandonado aquella habitación, pese al persistente dolor que sentía en el hombro. Se levanto de nueva cuenta, esta vez con un poco menos de dificultad que las veces anteriores.

Miro hacia el umbral de la puerta en busca de aquello que la había atascado, mas no encontró nada, como tampoco lo hizo en el pasillo, excepto una fina capa de polvo que lo cubría.

Camino hacia la salida ayudándose de señalamientos que había en el pasillo. Un temor injustificado se interno bajo su piel y la sensación de que algo andaba mal se apodero de su mente.

Pero todo estaba en calma, en perfecta tranquilidad.

Se acerco a un elevador y oprimió el botón para llamarlo, sin embargo nada ocurrió. Volvió su vista al pasillo, prestando especial atención a las luminarias. Estaban apagadas. Fue entonces que se percato de la falta de energía eléctrica en el edificio.

Continúo su andar hacia el exterior por aquella planta en busca de unas escaleras, hasta que las encontró. Descendió con cuidado, pues sus piernas aun no le daban para bajar por escalones. Tardo cerca de cinco minutos en alcanzar la planta de abajo, y al llegar a la puerta de esta pudo ver en ella un pequeño letrero que decía “piso 4”. Miro a su izquierda y descubrió que las escaleras seguían bajando. Su intención era salir del hospital, por lo que siguió bajando hasta llegar a la planta baja.

Le tomo su tiempo lograrlo, pero al final llego hasta la planta baja del hospital. Cruzo la puerta de las escaleras y entro al pasillo encontrando… nada. Absolutamente nada. Estaba completamente solo y abandonado. Camino despacio y con temor a través del vestíbulo hasta llegar a la salida.

La vista que tenia frente a ella era aun mas abrumadora que desde la ventana de aquella habitación. El aire era gélido y sin embargo el viento soplaba con calma. Las nubes grises que cubrían el cielo se extendían más allá del horizonte y parecían no tener intensión de marcharse. Y la tranquilidad que había en el ambiente parecía tan irreal, pero ahí estaba.

Camino por la calle, asustada y con la sensación de que algo no estaba bien más fuerte que antes. Con cada paso que daba, cada silencio que encontraba, se internaba cada vez más en la calma, en la tranquilidad.


Eso no era calmo. No había tranquilidad. Estaba segura. Lo sabía. Pronto se sintió acechada y corrió sin dirección alguna, entre autos abandonados, contenedores de basura volcados y cristales rotos de los aparadores de las tiendas.

Algo andaba mal. Algo estaba mal. Aquello no era normal. No podía ser real, tenía que ser una ilusión o quizás un sueño. Esa calma… esa tranquilidad…
Doblo en una esquina y sin saberlo entro en un callejón. Lo que encontró la dejó petrificada. Frente a ella y escrito con sangre en la pared rezaba una simple pregunta:


Aquello fue como una revelación. Estaba en lo correcto, algo estaba mal. Eso no era calma. No era tranquilidad. Dio media vuelta dispuesta a huir del lugar, de la ciudad. Dio un paso, echo a correr. Cayo. No volvió a levantarse.