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[SC] El castillo en el cielo
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[SC] El castillo en el cielo
El Castillo en el cielo
Lo siguiente aqui expuesto es una serie de relatos colectivos libres, es decir cualquiera se puede unir y aportar en el momento que guste.
En si esto consiste en dejar un relato que narre como un personaje busca/encuentra/ intenta dar una solución a una problemática en un escenario predeterminado. En otras palabras en el "prologo" del esta historia se presenta un problema y el relato (o drabble ¿Por que no?) expondrá una solución a través de un personaje.
¿Que continuidad tendrá? Pues... no hay necesidad de que haya alguna. Si alguien deja un relato y le gustaría darle alguna continuidad puede hacerlo... mientras el desenlace no rebase de 4 entregas.
Ahora, si veo que se hay movimiento en este tema de varios relatos que están continuando, moveré el tema a la sección de historias y la oficializare como colectivo.
Si hay alguien que ya dejó un relato con un final "cerrado" en el cual se logra llegar al castillo, y les gustaría continuar, lamento informarles que no podrán seguir con el mismo hilo. Pero, sois totalmente libres de comenzar otro... u otros.
acá abajo les presento el escenario:
- Reino de Latharon:
Aquella mañana en el reino de Latharos perecía ser como cualquier otra, el sol se alzaba por el horizonte esparciendo su dorado y cálido resplandor sobre la verdes praderas donde los animales pastaban, los ríos y lagos de agua pura y cristalina, rebosantes de peses que, iniciaban sus aleteos matinales, sobre esplendor las copas de los arboles, hogar de tan diversas aves cuyo canto matinal resonaba armonioso en el bosque de las canciones. Bañaba con su luz los caminos que algunos mercantes que llevaban sus productos de un pueblo a otro comenzaban a recorrer. Llegaba hasta los pueblos, cayendo sobres los techos de las casas, a las grandes ciudades, golpeando con estela las gruesas murallas que las protegía, y continuaba hasta los castillos de los grandes y orgullosos señores que pese a todo su poder y riqueza no podían evitar que la claridad del sol se colara por las ventanas de sus habitaciones y les despertara de la misma manera en la que despertaba a sus súbditos. Pero el fulgor del sol no se detenía ahí, si no que continuaba sobre las lejanas montañas borrascosas y se extendía hasta las misteriosas tierras más allá del valle, donde solo los más valientes caballeros y los hombres más intrépidos se animaban a viajar.
Más pese a todo eso aquella mañana no era como cualquier otra. Los habitantes de Latharos no tardaron en percatarse de ello. La conmoción se apodero de sus corazones, aun dentro de sus propias casas. Los más curiosos salieron a las calles consternados, posaron su vista en el cielo, temerosos de aquel tétrico castillo que había aparecido sobre sus cabezas.
Posado sobre lo que parecía ser un enorme pedazo de tierra aquel colosal castillo de negras murallas que crecían una de tras de otra como si fueran bloques individuales que formaban un todo, se mantenía flotando sobre el desconcertado reino.
El miedo se extendió hasta llegar a la corte, en la cual los nobles consejeros del rey y el propio señor de Latharos discutían alarmados sobre qué acciones tomar ante ello. Las propuestas de usar catapultas y trabuquetes para derribarlo no se hicieron esperar por parte de los lores más impulsivos. No obstante los maestros arcanos descartaron la idea argumentando que ningún trabuque podría alcanzarlo y solo tirarían piedras al pueblo llano. Por su parte la propuesta de estos hombres fue más pasiva, exponiendo que si había algún enemigo, ya los habrían sido atacados, por lo que su consejo fue, esperar atentos, siempre con un ojo puesto en el cielo.
Aquello no fue muy del agrado de los lores, quienes no se sentían seguros con aquel enorme castillo sobre sus dominios, Sin embargo el rey pregunto a los sabios maestro que tipo de fuerza permitiría que un castillo de semejante tamaño flotara así en el aire. Más los arcanos solo pudieron responder con una explicación vana y poco realista: Magia.
Los días habían pasado hasta volverse semanas y las semanas meses. Estaba por cumplirse el tercer mes desde que aquel castillo negro había aparecido flotando sobre el reino del valle de Latharos y aun no había pasado nada. Día y noche arqueros y guardias reales colocados en los puntos más altos de todo el reino mantenían sus ojos posados en el descomunal castillo vigilando cualquier tipo de movimiento que pudiera ver en este.
Durante todo ese tiempo el pueblo llano había tratado de seguir su vida cotidiana logrando alcanzar un cierto grado de normalidad, sin llegar a olvidar del todo que aquel castillo sobre sus cabezas no debería estar ahí. Por su parte los lores en la corte del rey seguían intranquilos aquella presencia amenazante, solo ahí flotando sin hacer nada les ponía de nervios y es que los señores de la guerra no sabían cómo reaccionar ante un enemigo que estaba a sus puertas y no los atacara, ni siquiera los sitiara. Por su parte los sabios arcanos habían tratado de comprender como de alguna u otra manera era posible que un castillo flotara en el aíre, mas sus observaciones del edificio con sus catalejos y su búsqueda de casos similares siempre terminaban en la misma explicación absurda que dieron el día en el que el castillo apareció.
Aquello no podía ser posible, la magia había desaparecido hace cientos de años del valle, eso si es que alguna vez existió tal cosa. No obstante estaba ahí, frente a sus ojos algo igual de inverosímil por lo que a pesar de que aquel pensamiento contrariara sus creencias, los maestres no podían hacer más que buscar en los antiguos libros que creían llenos de patrañas y fantasías infantiles.
Más ese día algo paso. Laren, rey del valle harto de tan larga espera promulgo un decreto inesperado. En el no promovía acciones bélicas, pero proclamaba que quien lograra hacer un contacto con los habitantes del castillo oscuro en su nombre, seria condecorado con un señorío.
Tan pronto la noticia del decreto se esparció por el reino, muchos fueron los que comenzaron a idear alguna manera de llegar a aquel castillo. Sin embargo aquella tarea no resulto para nada sencilla, por lo que muchos la abandonaron a penas pasado un par de días.++++++++
Ahora que ya conocen el escenario y la problemática pueden comenzar a escribir como sus personajes llegarían a tal lugar.
Hasta luego.
El aprendiz
Titulo: El aprendiz
clasificación: adolesentes y adultos
paginas: 3
clasificación: adolesentes y adultos
paginas: 3
- El aprendiz:
Argo siempre se había considerado a sí mismo como un joven intrépido. A sus diecisiete años ya se consideraba todo un hombre, su cuerpo había crecido tal cual gracias a su trabajo. Huérfano de madre y bastardo de un hombre que nunca llego a conocer, creció bajo la tutela del viejo Vernem, un herrero que servía directamente al castillo del rey Laren haciendo todo tipo de armas para los caballeros del reino, por lo que era conocido por algunos caballeros menores como “El aprendiz”.
Fue mientras entregaba una de los pedidos que algún caballero del castillo había hecho a su tutor que la noticia del decreto llego a sus oídos. Si bien la idea de ganar un señorío le parecía tentador, era realmente la aventura lo que le impulsaba a aceptar el desafío.
-Tim, eh Tim- Llamo Argo a su amigo, en cuanto lo vio.
Timothy era un joven bajito y rechoncho con una cara redonda llena de pecas y el pelo negro rizado, tan solo un par de años menor que él. Vivía en el castillo junto con su padre, uno de los caballerizos del castillo, por lo que era común encontrarlo trabajando como mozo de las cuadras.
-Argo ¿Qué haces aquí?- Dijo este.
-Necesito tu ayuda Tim, ¿Has escuchado sobre decreto del rey?-Le susurró.
-¡No, no, no!- Exclamó Tim.- Es una mala idea, una locura, nunca conseguirás llegar tan alto a menos de que tengas alas, lo cual no tienes.
-Venga Timothy, recuerda con quien estás hablando.
-Por eso mismo lo digo.
Argo frunció el ceño dibujando un gesto ofendido, sus ojos verdes se posaron en las pupilas marrones de Tim, que resopló incomodo.
-Vamos Tim, dime uno solo de mis planes que haya salido mal.
-Aquel para recapturar el caballo de lord Stanford, que perdimos cuando te lo lleve a herrar.
-¡Pero de que hablas! Si lo atrape.
-Pero te rompiste una pierna. Y no fue el único, ¿Recuerdas cuando trataste de recuperar la espada que el señor Vernem forjó para lord Damsey y que tú le vendiste a un mercenario por solo un oro y tres platas?
-Desde luego, quitársela del cinto fue toda una hazaña.
-Trató de llevarte a la cama convencido de que realmente eras una chica.
-Pero no lo logro.
-Por que descubrió que eras un chico, entonces trato de cortarte el cuello.
-Repito, no lo logro.
-¿Y qué tal la cacería del jabalí?
-No entiendo porque lo mencionas, ese plan resulto perfecto, lo tome por sorpresa y lo sujete por los colmillos para que tu y Barry lo pudieran matar.
-Te disloco el hombro ¡El hombro! Eres un herrero, por dios, que podrías hacer sin tus brazos.
-Descuida no seré herrero para toda la vida, pronto lo dejaré.
-¿Por qué ganarás un señorío? Si, como no. El punto Argo, es que tus planes son peligrosos, sobre todo para ti. No hay manera de que lo consigas, y si por algún milagro lo logras lo más seguro es que termines muerto. Solo déjalo pasar.
Argo observo la expresión de su amigo, su mirada le suplicaba que no se metiera en problemas. Llevó su mano a oscuro cabello y se lo hecho hacia atrás. Para Timothy que lo conocía bien eso era una buena señal, siempre que lo hacía era porque realmente estaba considerando algo. Sin embargo, aquello que se encontraba en la mente de su amigo, estaba lejos de ser lo que Tim hubiera querido.
-Sé cómo llegar Tim, sé que puedo hacerlo. Me tomará un tiempo, pero sé que puedo hacerlo. El plan es perfecto.
El mozo de las caballerizas resoplo resignado, si él ya tenía un plan ya nada cambiaría su opinión.
-¿Y qué harás arrojar una flecha con una soga atada y trepar por ella? - Le cuestiono Tim.
-Claro que no tonto, ¿No has escuchado lo que dicen los maestres sobre cómo es que ese castillo se sostiene?
-Claro, magia –Bufo.- Sabes que eso no existe, creo yo que se esos arcanistas se están volviendo unos chiflados. No hay magia en este mundo.
-¿Y si tienen razón? Solo mira allá arriba, ¿Cómo explicas eso? Es magia Tim, magia y de la más poderosa. Quizás no haya magia en el valle, pero eso no significa que no haya magia en el mundo.
-Estás diciendo ridiculeces. Y aun si lo fuera, ¿Cómo llegarías hasta él? Tú no sabes hacer magia.
-¿Qué acaso no recuerdas los cuentos de la infancia?
-Claro que lo hago son solo niñerías.
-¿Pero y si son algo más? El viejo Desmont siempre ha dicho que todas las historias tienen algo de verdad.
-Ese viejo chiflado también ha dicho que todas las historias forman una sola. Y aunque tuviera razón como esperas que eso te ayude a llegar a ese castillo- Repuso Tim señalando hacia arriba.
-Con magia, Tim, con magia hecha carne, sangre y huesos. – Dijo sonriente- En todas las historias siempre se ha dicho que esta criatura nació de la magia. – Los ojos de Timothy se abrieron como platos y su boca se entre abrió al comprender que el plan de su amigo era más peligroso de lo que había pensado. Era realmente una locura. – En el Valle no queda ninguno, es por eso que aquí no hay magia, pero seguro que allá fuera si hay.-Bajó la voz- Necesito que me dejes listo un caballo, saldré a la hora del búho. Esta noche, partiré hacia más allá de las montañas borrascas, hacia las tierras misteriosas en busca de dragones.
Re: [SC] El castillo en el cielo
Entretenido, con lo corto del relato, se presentan basatnte bien los dos personajes, lo suficiente como para que tengan una digna profundidad y características. No me esperaba del todo el final sino hasta el el mismísimo último párrafo cuando menciona que la criatura nació de la magia.
En fin, me ha gustado.
Saludos!
En fin, me ha gustado.
Saludos!
Hacia el cielo
Aquí mi relato. Terminó siendo algo diferente de lo que tenía en mente pero me agrada el resultado. Espero que lo disfruten.
Título: Hacia el cielo
Género: fantasía, misterio
Número de páginas: cuatro
Género: fantasía, misterio
Número de páginas: cuatro
- Hacia el cielo:
- Pasaron tres meses enteros desde que hubo aparecido. Una larga suceción de soles con sus lunas ofuscada por la enigmática silueta que se recortaba suspendida en el cielo. Las esbeltas murallas y negras paredes de la temeraria estructura se erguían soberbias estirándose hacia las nubes, desafiando a los señores de los cielos que en remotas épocas de leyenda hubieran gobernado cada punto cardinal con tan solo pronunciar unas pocas palabras. Inerte se mantuvo el castillo negro sobre el reino de Latharos, mirando hacia abajo con desdén, demostrando un poder con el que los hombres a sus pies nunca se habían atrevido a soñar. La mística que lo envolvía punzaba con locura a todo aquel que intentara entederlo, los más sabios se encontraron a la par de infantes que lo desconocían todo, buscando respuestas que escapaban a sus más salvajes imaginaciones.
El temor ante lo desconocido no tardó en instaurarse en el reino, y la ansiedad por remediar la situación, por obtener la más simple de las respuestas, se encargó de aplastar la misma resistencia de hasta el más fuerte de los hombres. Lo cierto es que desde que hubo aparecido, aquel castillo no había hecho absolutamente nada que afectara, ni siquiera en lo más mínimo, la vida cotidiana del reino; por lo menos no directamente. Eran las preguntas que elevaba, las dudas que surgían, la inacabable espectativa y los acechantes temores en el corazón de los hombres lo que había causado el desorden en Latharos.
Fue producto de toda una suma de factores la que determinó finalmente al rey a crear aquel decreto. Aquella competencia que bendeciría con el propio título de señorío a la persona que pudiera establecer contacto con los seres, suponiendo que hubiera alguno, de la formidable fortaleza flotante.
Fue desde ese entonces que una especie de frenesí se desató en la ciudad. Cientos de personas buscaban la forma de ser las primeras en conseguirlo, congregaciones de pensadores asaltaban y tomaban las bibliotecas de los distritos para debatir y buscar información. Muchos otros habían pasado a vivir temerosos y cautos, como si estuvieran seguros de que sus ideas eran las únicas encaminadas a salirse con la victoria y no quisieran que algún ladrón creativo les hurtara sus tan preciados planes.
Todos peleaban y aspiraban a lograrlo. Pero no él. No. Él encontraba toda la situación: el castillo apareciendo en los cielos, la gente ansiosa y asustada, el propio decreto del rey, la ciudad recorriendo un camino próximo a la locura, ser un acto teatral digno de su divertimento. Observaba a las personas correr de un lado a otro, reunirse en secreto, gritar por las calles y luchar con otros por aquel título algo de lo más entretenido. A pesar del caos librado en el reino, él hallaba un gran punto positivo, y es que en aquella carrera los hombres más ricos, como así los más pobres, se habían colocado en un nivel semejante: en aquella competencia, que él encontraba de lo más tonta, todos eran pares. Pares en su deseo por la victoria, pares en su ignorancia de cómo conseguirla. No dudaba de que más de un individuo realmente supiera lo que estaba haciendo y confiaba en que tarde o temprano aparecería uno que lo lograra al fin. Era solo cuestión de tiempo.
Cuidado, es el loco Lyn— advirtió una mujer a su compañera de charlas cuando pasaron caminando a su lado, tomando distancia como si temieran ser contagiadas con alguna enfermedad. Lyn se mantenía estático, parado en mitad de esa calle, mirando hacia el cielo. No hacia el castillo que flotaba inalterable, sino hacia un punto fijo en la nada.
Era verdad. Desde siempre lo habían llamado el loco Lyn, ya fuera por su incomprendido modo de ver las cosas, por el misterioso taller en el que trabajaba, por su peculiar trato con los demás o su extraña forma de envolverse en charlas y debates con los cerdos de la granja del viejo Pit. Pero lo cierto era que no estaba para nada loco, y eso él lo sabía muy bien. Incluso él, con toda su fama de hombre extraño y peligroso, contaba con un puñado de amigos que si bien no lo entendían del todo, se esforzaban por hacerlo.
Fue uno de esos amigos, el buen Mel, quien lo arribó por la espalda, extrayéndolo de su ensimismamiento —¿Ya se te ha ocurrido un modo de llegar allí?— Lyn se giró en redondo y le dedicó una sonrisa a su compañero.
Llevaba horas enfrascado en uno de los cuartos de su taller. El lugar estaba atestado de trastos, desde armaduras viejas y oxidadas hasta aparatejos que nadie se atrevía a preguntar para qué era que funcionaban. Casi todo cubierto por una lámina de polvo que opacaba los colores de los objetos bajo su manto. La locación se presentaba todavía más lúgubre al no tener la iluminación adecuada, apenas alguna que otra lámpara adornaban la morada y, para acentuar incluso con más fuerza el tinte tenebroso, el taller se hallaba separado de otros edificios, ubicándose en el centro de un espacio vacío y de crecidos pastos grises.
Lyn sabía que, dado el testimonio de los sabios sobre el obrar mágico del castillo para mantenerse en el aire, era en la magia el elemento al que todos recurrirían; desenterrando viejos papiros y manuscritos de las bibliotecas, cazando fantasmas de hisotiras pasadas con el afán de encontrar alguna pista que acompañase la ilusión de descubrir los secretos de ese arte perdido. Pero él se reía de todos ellos. Los veía como niños correteando por un parque sin tener idea de a dónde dirigirse. Nuevamente no ponía en tela de juicio que alguna de esas personas fuera a desentrañar esos viejos misterios, pero él que creía en el poder actual de los hombres, que entendía que si la magia había desaparecido del valle era por una buena razón, no estaba dispuesto a seguir el camino que todos los demás recorrían. No. Él encontraría una forma propia del tiempo en el que le había tocado existir.
Lo cierto era que la competencia le seguía pareciendo una tontería, y el hecho de buscar la manera de ponerse en contacto con los señores del castillo negro no quería decir que estuviera participando en ella. No. Sencillamente la emblemática estructura flotante había cautivado su interés, embriagándolo con la promesa de lo oculto. Toda su atención se había posado en los misterios que encerraba y, más allá de lo que el rey dijera y el reino intentara, él lograría su objetivo por y para él mismo. Saciaría su inconmensurable curiosidad.
En los días que siguieron el asombro vistió los semblantes de los transeúntes que pasaran cerca del taller, cada vez con más frecuencia. En un inicio varias vigas de metal se habían alzado sobre el techo, luego fueron acompañadas por láminas de brillantes materiales que compartieron la vista al cielo. Una red de alambrecillos y curiosas cajas grises se esparció por los altos pastos, como camuflándose en zona de guerra. La morada parecía ahuyentar a la gente cada vez con más vehemencia.
Preocupado por no saber nada de su curioso amigo, Mel se dispuso a visitarlo. Se detuvo al llegar al taller, asiendo a la duda en su mano derecha antes de llamar a la puerta, preguntándose si era esa realmente la decición correcta, mas dejó de lado las oscuras ideas que empezaban a inundar su mente y golpeó tres veces. La puerta, de madera con toscos parches de metal, se abrió lentamente invitándolo a pasar; enseñando que nunca había estado cerrada.
Ingresó a paso lento, observando hacia cada rincón y sorprendiéndose de vez en cuando por las medidas de prudencia que estaba tomando: ¿acaso esperaba que un monstruo lo atacase? Era el taller y hogar de su amigo Lyn. Parecía la guarida de algún personaje loco de ficción, sí, pero no dejaba de ser su amigo y sabía que no estaría construyendo un automatón asesino; ya había pasado por esa etapa antes y la había dejado atrás.
Un sonido chirriante lo extrajo de sus cavilaciones, cantaba constante e impacible, agudo y metálico y se entrecortaba en ínfimos lapsos apenas perceptibles. Esperó allí, parado en el vestíbulo del taller y rodeado de todos los trastos coleccionados por su amigo, intentando decifrar el origen de aquel espantoso ruido. Entonces escuchó algo más. El sonido aumentó su intencidad en una danza de palabras amorfas disfrasadas con la distorción del ruido metálico. Todos los pelos de su nuca se erizaron, entonces llegó el silencio. Mel no se atrevió a mover ni un solo músculo de su cuerpo hasta que el primer chirrido regresó a su constancia habitual.
Se mantuvo alerta, espectante, hasta que una serie de golpes que atribuyó a un martillo sobre metal lo llamó desde un cuarto profundo. Se dirigió hacia allí, no sin cautela y algo de temor, y se encontró con el loco Lyn abstraído en su trabajo. Estaba montando varios fierros en una carcaza a la que sumaba algunos aparatillos.
Lyn... —lo llamó a su amigo con un dejo de consternación— ¿qué es todo esto? —nada— ¿Qué está ocurriendo?¿Qué fueron esas voces de hace unos momentos?
Lyn detuvo su trabajo en el acto y calló las preguntas del buen Mel estragulando un soplo entre sus dientes. Se dio vuelta para mirar a su amigo —Las has escuchado, ¿cierto?— El rostro de Lyn irradiaba una sonrisa, no una como siempre lo había hecho cuando una idea iluminaba su mente, era una mueca atípica en él, perdida en un plano al que los mortales no podían siquiera aspirar.
Son ellos —hizo una pausa, como escogiendo las palabras que debía usar para formular la siguiente frase—. El rey quería contactarlos... pues yo lo hice —caminó hacia la puerta de otra habitación y la abrió para enseñar lo que se escondía dentro, en ella se hayaba un artefacto de lo más particular, como una miniatura de lo armado sobre la casa: piezas curvas y metálicas encimadas una sobre la otra, formando dos especies de tasas frías y grises que emitían aquel constante repiqueteo metálico y distante —. Cuando no hablan suena así —explicó señalando al aparato y, ampliando su sonrisa, agregó—, pero cuando lo hacen...
¡Oh! ¡Cuando lo hacen! Tú los has oído —señaló a Mel con un dedo acusador —. Las voces, has oído las voces, ¿verdad? Las voces...
El joven Mel se llevó una mano a la cabeza, internando sus dedos entre los marrones y gracientos cabellos y, haciendo acopio de todo su valor, se atrevió a preguntar— ¿Ellos?
¡Los seres del castillo, por los dioses!¿¡Quién más sino!? —Estalló Lyn con fuerza, marcando hastío para con su interlocutor, como si lo creyera tonto por no seguirle el paso— Están allí arriba, hablan con sus voces a través del aire, ¿no entiendes? Su voz es el aire, ¡el aire, por los dioses! Y yo... yo, encontré la forma de escucharlos —hacía ademanes con las manos, girándolas de un lado a otro y extendiendo los brazos como esperando recibir un abrazo—. Me están invitando. Lo sé. Y ya hallé el modo de llegar a ellos, oh sí, llegaré a ellos.
Los sentidos de Mel se empeñaban en gritarle al oído que se marchara de allí cuanto antes, no obstante y por la estima que le hubiera tenido a la persona que desvariaba delante de él, se rehusaba a escucharlos —Lyn... vamos afuera a tomar unas cervezas, como lo hacíamos antes, ¿te parece?
¿¡Quién tiene tiempo para eso?! —Lyn se abalanzó sobre él, a pesar de que su altura le permitía llegar, en puntillas de pie, hasta el mentón del joven, su inesperado arranque y conducta errática resultaron terriblemente amenazadores, amedrentando al joven hombre que solo pudo retroceder unos centímetros antes de chocar con la pared más cercana— No... estoy a pocos pasos de conseguirlo. Llegaré a ellos, me reuniré con ellos y los conoceré. Conoceré sus secretos, tendré su conocimiento... —si alguna vez la fama de loco había tenido un atisbo de verosimilitud, este era el momento que la confirmaba sin lugar a dudas. Lyn era un genio a su modo, pero un genio que recorría los corredores de la demencia y que por fin había perdido el rumbo por sus intrincados pasillos.
Se separó de Mel escupiendo palabras por lo bajo, palabras mudas que el afligido hombre no tuvo oportunidad de comprender. El murmullo se apagó y Lyn volvió a dar la cara a su amigo, enseñando esa monótona sonrisa de ensueño una vez más —Tendré alas —dijo en un tono risueño— volaré hasta ellos —explicó antes de levantar una lámina metálica que posó a un lado del armatoste que tenía sobre la mesa de aquel taller.
Lentamente, y con una sincera preocupación por quien alguna vez hubiera sido su amigo, Mel se marchó del lugar empujado por el más puro de los miedos. No le hizo ninguna gracia y jamás se sintió orgulloso de abandonar así a quella persona, pero en lo más profundo de su ser un instinto casi animal le decía que corría peligro a su lado.
Habían pasado días desde que el decreto del rey, incitando a tan desesperada competencia, fuera promulgado. Muchos ya habían perdido la esperanza de conseguir el preciado título prometido, perdido la voluntad de seguir en esa carrera tras haberseles aplastado la convicción con ideas erradas.
Mel lo supo cuando lo vio. Toda la gente en las calles levantó la vista hacia el cielo: era la primera vez. Era el primero de todos ellos. Estaban más que seguros.
Una distante figura emprendía un dificultoso vuelo directo al castillo, agitando unas toscas alas que amenazaban con quebrarse en cualquier momento. Brillaba como una gema sobre la clara extención de azul que presentaba la bóbeda celeste iluminada por el sol, brillo que se apagó al penetrar en la sombra que la fortaleza negra proyectaba sobre el reino.
El pájaro de acero siguió su curso, más alto y más alto cada vez. Los ojos espectantes puestos en él no llegaron a comunicarle lo que sentían, pues él... él se hallaba ya demasiado lejos como para enterarse de lo que ocurría en el mundo y su imagen se perdió en la oscuridad de las murallas a las que se acercaba.
Luego de ese peculiar evento, que quedaría escrito en la historia del reino de Latharos como un extraño suceso al cual no valía la pena dedicarle más que una o dos líneas, nada cambió con respecto al castillo flotante. Tendrían que seguir intentándolo.
Desde ese día el loco Lyn no fue vuelto a ser visto jamás, desapareció, como esfumado por la más potente y arcana de las magias. Su recuerdo se fue borrando poco a poco de la memoria de la gente hasta convertirse en nada más que un fantasma sin nombre. Pero aquellos que sabían más, aquellos que lo hubieron conocido, tenían la certeza de qué era lo que realmete había ocurrido. Sabían que aquel hombre había alcanzado aquello que tanto anheló.
Sabían que ese hombre vivía ahora en un mundo inalcanzable.
Re: [SC] El castillo en el cielo
Tu relato en verdad que me a fascinado manto, he leído cada linea del relato como hipnotizado. Y sobre todo me encanto la perspectiva que das al entorno que plantee. Aunque el final no fue realmente el que esperaba, creí que seria algo más trágico que Lyn fallaría y en el mas grave de los casos moriría, la mención de las alas me hizo creerlo pues me recordó la historia de icaros.
Al final lo que paso con él queda en un completo misterio.
Al final lo que paso con él queda en un completo misterio.
La domadora de aves
Aunque se que el tiempo de publicación para participar ya pasó hace unos días igualmente quería dejar mi trabajo sobre esta etapa. Espero que les guste.
Título: La domadora de aves
Género: fantasía
Número de páginas: tres
- Spoiler:
- Su mirada seguía fija en la gigantesca roca que volaba allí en el cielo cargando el misterioso castillo, como todos en el valle estaba enfocado en descifrar la forma de llegar allí arriba.
A algunos los motivaba la aventura, recorrer un castillo volador del cual sólo misterios había podía ser una emocionante llamada para aquella personas que amaban el peligro.
Otro por la codicia, la promesa del rey a quien lograra hacer contacto con el castillo había seducido a muchos haciéndolos pensar mil y un maneras de alcanzar el elevado paraje.
Sin embargo a ella la movía otra cosa. El pensamiento del porque esa tierra, aparentemente igual a la que ellos pisaban, flotaba levantando semejante estructura arquitectónica, la idea de la razón de que ese misterio llegara hasta allí y se mantuviera planeando sobre ellos sin hacer interacción alguna. Si, lo que realmente la obligaba a permanecer su atención sobre el castillo era la curiosidad.
Desde que todo el revuelo por alcanzar ese pedazo de tierra flotante había comenzado ella se había limitado a mirar a todos los que intentaban resolver el enigma, evaluando cada una de sus posibilidades y descartando rápidamente sus fracasos. La verdad era que no creía a nadie en todo el valle capaz de alcanzarlo.
Nadie exceptuándose a si misma, por supuesto.
Su razonamiento había concluido que si ella se ponía a pensar manera de alcanzar el castillo tardaría años abordando cualquiera de las ideas locas que cruzaran su mente debido a que cada uno de esas ideas tardarían un tiempo de fabricación, ideación o planificación bastante grande para efectuarlo ella sola. Y como estaba segura que muchas de las soluciones, que fallarían pero que sólo lo sabría al probarlo, que ella idearía también serían pensadas por otras personas prefería ver como ella comprobaban que eran erróneas y no privarle el tiempo a la idea que terminaría provocando el éxito.
Por eso vio como: Una persona trataba de bajar la roca con una catapulta, otra se había impulsado con una vara gigante intentando alcanzar el castillo, otra había saltado desde lo más alto de las montañas con un planeador, y hasta otra había intentado atrapar el suelo flotante con una soga e intentar bajarlo con fuerza bruta.
Después de ver esas, entre cientos de ideas fallidas llegó a la conclusión de la única forma de alcanzar un lugar volador era volando.
- La idea más sencilla es casi siempre la correcta- le dijo a su amigo mientras veía el intento número 125 fracasado, un hombre que había jurado que podría bajarla pidiéndoselo al castillo con un simple “por favor”.
- ¿Desde cuando volar es la idea más sencilla?- ella sonrió ante la pregunta de su compañero, no lo culpaba la mayoría de las personas eran de mente cerrada como la de él. Ninguno se preguntaba porque salía el sol al amanecer y porque se ocultaba al anochecer, o porque el pasto era verde y el cielo celeste. “La cosas son por así lo son y entenderlo no va a cambiarlo” le contestaba siempre cada vez que ella intentaba entender el porque de algo.
- Los pájaros vuelan- dijo- ¿verdad?- este la miró con una sonrisa por la ingenua pregunta de su amiga, a pesar de que no era extraño que ella le preguntara algo así siempre le causaba gracia la capacidad que tenía de poder preguntarse hasta lo más obvio.
- Si, los pájaros vuelan- le respondió con naturalidad.
Ella miró el cielo y su vista quedó estática en la inmensa roca flotante que permanecía sobre el valle.
- ¿cómo vuelan ellos y nosotros no?- preguntó al chico, este suspiró al darse cuenta que seguiría con ese tema, lo pensó por unos segundos y contestó.
- Porque los pájaros tienes alas, nosotros no- respondió.
Volvió a mirar al cielo aunque esta vez su mirada se dirigió a las nubes que flotaban al igual que el castillo por el cielo.
- Pero ni las nubes ni el castillo tienen alas, y sin embargo están volando- le retrucó la joven, él rió un poco de las ocurrencias de su amiga antes de volverle a hablar. Tenía que llevar la conversación hacia otro tema con velocidad o sabía que ella terminaría intentando descubrir, y probablemente lográndolo (aunque no sin cierto efectos colaterales), como volar.
- No lo se, sobre ella deben tener hilos atados a los dioses para que no se caigan- le respondió tomando a broma la conversación en sí- ¿Te enteraste que la familia…?- la mano de la joven cubrió su boca impidiéndole terminar la frase que iba a decir.
Su rostro había adoptado una sonrisa un poco extraña, sus ojos exaltados y su ligero temblequeo corporal eran siempre claras evidencias de los momentos que la joven realmente se emocionada con algo. Cualquiera que no la conociera podría definirla como un gesto de locura total pero él sabía que cuando ponía ese rostro significaba que tenía una idea que, a su parecer era una…
- Genialidad pura- murmuró mientras su temblequeo aumentaba de categoría- Eres un genio, te besaría pero… que diablos- sin detenerse ni un segundo besó el rostro de su compañero más de diez veces en cinco segundos, en un gesto que estaba completamente alejado del amor, atracción o seducción sino más bien era una expresión de lo que le pasaba por su cabeza- Tengo que irme pero ya se como solucionar el problema- le dijo y sin esperar palabra alguna de su compañero, el cual seguía en shock por la energética forma de agradecimiento por parte de la joven, desapareció de su vista corriendo como si el mismo diablo la persiguiera.
No supo de ella por una semana hasta que el murmullo sorprendido de la multitud del centro de la ciudad llamó su atención. “¡¡Esta volando!!”, “Se dirige al castillo”, “Va a lograrlo” eran frases que sonaban entre la multitud mientras miraban sorprendidos como la joven se alzaba por el cielo en dirección al misterioso destino. Atada a ella cientos de sogas tenían atrapadas cada una a un ave las cuales con esfuerzos volaban guiadas por la chica.
Y aunque al principio había estado inseguro de lo que estaba haciendo ella era o no seguro no pudo evitar sonreír al ver como su idea había sido la productora de la hazaña de la joven, más aún cuando vio como esta lograba tocar tierra otra vez aunque en esta ocasión pisaba el terreno flotante que mantenía al castillo suspendido en el aire. Después de atar las sogas, y junto a ellos a las cansadas aves, ante una columna exterior del castillo se acercó al gran portón y con una inusitada tranquilidad golpeó el pórtico con su mano dando un total de tres golpes.
Pasaron unos segundos cuando la puerta se abrió obligándole a entrecerrar los ojos debido al brillo que del interior emanaba.
Había hecho contacto.
Izanagi- Escudero de palabras
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Re: [SC] El castillo en el cielo
Jaja, interesante plan, me recordó a UP xD
Creo que esta muchacha podría haberse llevado muy bien con el loco Lyn
El cuento está bueno, pero hay varias partes en las que me pareció confusa la narración, creo que no llegaste a darle un chequeo antes de subirlo.
Saludos!
Creo que esta muchacha podría haberse llevado muy bien con el loco Lyn
El cuento está bueno, pero hay varias partes en las que me pareció confusa la narración, creo que no llegaste a darle un chequeo antes de subirlo.
Saludos!
Re: [SC] El castillo en el cielo
El cuento está bueno, pero hay varias partes en las que me pareció confusa la narración, creo que no llegaste a darle un chequeo antes de subirlo.
concuerdo,hay unas partes donde faltaría una coma o una palabra (a mi sentir).
Y también creo que se hubiera llevado bien con Lyn. Sin embargo me dan pena las pobres aves que uso para llegar ahí, Debieron haber sido cientos para poder hacerlo y de gran tamaño, no me sorprendería que algunos pájaros hayan muerto. aun así me quedo pensando que ave es tan grande como para que una parvada levante a una persona. Creo que mencionar la criatura (aun si fuese inventada) hubiera sido un buen detalle.
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