[O ]Los fallos y la luna.

Sus ojos eran dos tizones, oscuros y diabólicos, pero iluminados con un brillo claro como el zafiro. Ella veía la diversión allí, muy en el fondo, circulando en el remolino de sus invisibles pupilas.

— ¿Preocuparme por mis fallos? – replicó con soltura, su tono grave y su silabeo elocuente – Es como si me preocupase por la luna, bonito, precioso, incluso anecdótico… ¡y tan inútil como si me volvieras a disparar en el ojo! – agregó, sonriente, guiñándole el ojo que debería haber fulminado de un balazo.

A lo que la muchacha respondió alzando su dedo medio e inscribiendo en su mirada todo lo obsceno del gesto.

— Puto creído – le recriminó, ignorando su melódica carcajada.

— Por supuesto, damita, es una de mis virtudes. – contestó inalterable – No obstante, hasta que la preocupación sea una máquina del tiempo, no entables amistad con ella, recoger despojos en lugar de una compañera no está en mis planes – canturreó burlonamente, haciendo que ella apretase los dientes, tan incómoda como roja, y tan roja como furiosa.

— Vete a la mierda, cabrón, jamás aceptaré ser compañera tuya – espetó, dando medía vuelta y saliendo del balcón, su oscura cabellera desapareciendo en la aún más oscura habitación.

Perdiéndose la inclinación de su imperturbable sonrisa, y la vista que se perdía, silenciosa, en la luna.