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El puesto vacío
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El puesto vacío
¿Hace ya cuanto tiempo que no publicaba nada nuevo? Mucho. Más del que me gustaría admitir. pero esa sequia acaba un poco por el momento con este y otro relato que estara por aquí.
Ahora este titulo es algo curioso porque lo escribí pensando que mi a mi hermana le habia dado por escribir (al final solo estaba copiando a un cuento de gabriel garcia marquez) asi que podría decir que nació de la competicion (?)
Ha pasado mucho y no se quienes lo leera, pero espero que quien lo haga lo disfrute
Ahora este titulo es algo curioso porque lo escribí pensando que mi a mi hermana le habia dado por escribir (al final solo estaba copiando a un cuento de gabriel garcia marquez) asi que podría decir que nació de la competicion (?)
Ha pasado mucho y no se quienes lo leera, pero espero que quien lo haga lo disfrute
- El puesto vacío:
Amanecía como cualquier otro día; con el sol elevándose poco a poco sobre el horizonte y sus rayos bañando con su dorada claridad las tierras que al valle de Brend componen. Dentro de su casa, aún tumbado en la cama y con el rostro escondido bajo la almohada Joan dormía, o por lo menos insistía en seguir haciéndolo. No hacía mucho tiempo que el cacareo de las gallinas le había despertado, mas él se reusaba a abandonar su sueño. No es que tuviera un sueño fantástico o muy lúcido y quisiera regresar a él, de hecho a penas y suele recordar sus sueños, lo que le motivaba a seguir en cama era algo más simple y que a todos alguna vez ha tentado: Quería evitar sus responsabilidades y hacer el vago.
No es que sus deberes sean arduos y muy pesados, ni que su trabajo fuera extremadamente cansado, tan solo le resultaba aburrido. Su deber para con su pueblo no era más que vigilar el camino que entra y sale de él, atravesando el valle. Por lo que solo tenía que estar en la torre del destacamento observando el camino, sonar la campana en caso de que se aproximaran saqueadores, avisar al alcalde si se acercaba alguna troupe de actores o comerciantes. Pero aquello no ocurría a menudo. Su pueblo pese a asentarse en el extenso y afamado valle de Brend era muy chico, tanto que aún no tenía nombre. Y ninguna caravana de actores se detendría en un lugar con tan pequeño, y en cuanto a los comerciantes, una caravana había pasado ya hace dos días y no volvería a ver otra en semanas.
Joan sabía lo que le deparaba él día; un insufrible aburrimiento viendo como el viento amontonaba el polvo en el camino, compartiendo migas de pan con los pájaros que habían hecho en el techo del destacamento su nido. Fue entonces, que sin llegar a pararse de la cama Joan decidió ausentarse, y con ese pensamiento de que nada interesante podría pasar se acurruco de nuevo y se obligó a dormir.
Al terminar el día, Joan salió al pequeño jardín en la entrada de su casa dispuesto a contemplar los colores del ocaso que en el cielo se pintaban antes de que el azul nocturno del cielo y el destellar de las estrellas se abrieran paso. Lo que él jamás pensó era que uno de sus vecinos más cercanos le viera mientras se dirigía de vuelta a casa. Por un instante el corazón de Joan dio un vuelco pensando que le recriminaría por faltar a su puesto, mas eso no sucedió.
-¡Buenas y gratas noches, Joan! ¿Otro día sin novedades en los caminos?- Saludó asumiendo que su vecino había cumplido con su trabajo.
-Buenas y gratas para ti también, Paco. Y si, solo otro día aburrido. – Contestó con una sonrisa que disimulaba su nerviosismo.
No cruzo más palabras con Paco esa noche. Ni con nadie más. Luego de ello, Joan pensó que tal vez Paco no se hubiera dado cuenta de su ausentismo, pero quizás el alcalde o el alguacil sí, y uno o ambos irían a recriminarlo esa noche. Pero eso no sucedió.
Al día siguiente y con cierto remordimiento, Joan se presentó a su puesto contando esta vez con la suerte o el infortunio de la visita del alcalde al destacamento. Fue en ese momento en el que creyó que sería regañado con dureza, pero lo que ocurrió le dejo perplejo.
-Hola Joan, ¿Todo tan tranquilo como ayer? – Preguntó el alcalde haciendo danzar su espeso bigote.
-Sí señor, solo polvo y más polvo en los caminos- Respondió Joan sin más.
-Perfecto. No esperaba otra cosa, de hecho solo pasé porque me queda de camino al taller de Fer. Sigue vigilando como hasta ahora, hijo. – Dijo y se marchó.
Probablemente cualquier persona sensata se hubiera considerado afortunada de que él alcalde pasara por el destacamento ese día y no el anterior entendiendo la clase de problemas en los que se podría meter si no era encontrado en su puesto a horas de servicio. No obstante, Joan no vio eso. Por su cabeza solo desfilaba un único pensamiento: El pueblo daba por hecho que él se encontraba en el destacamento durante el día le vieran o no. Para Joan aquella revelación tuvo un sabor dulce y encantador, pues entendió entonces que podría faltar a su trabajo y nadie se daría cuenta.
Y asi lo hizo, de forma aleatoria, una vez a la semana Joan no se reportaba al destacamento. En lugar de eso se quedaba en casa a dormir hasta tarde, ir a pescar al rio y chapotear un poco en el agua si le apetecía o recostarse sobre la hierba del valle y jugar a encontrarle formas a las nubes, como solía hacer de niño. Y lo hacía siempre con él cuidado de regresar a casa a la hora habitual o pasar a la taberna a cenar como los demás hacían luego de trabajar. Lo realizaba sin levantar sospechas de que no se había presentado a su puesto.
Durante algún tiempo ese fue el estilo de vida de Joan. Rehuyendo un día o dos a la semana cuando se sentía más osado. Inclusive en ocasiones abandonaba el puesto cuando se hallaba aburrido. Creía que por fin había encontrado algo bueno a su estilo de vida. Pero eso acabaría.
No. No fue descubierto, pero el mismo Joan deseaba que asi hubiera sido. Un regaño a su persona habría sido más llevadero que lo ocurrido.
Sucedió en uno de los días que había faltado, yéndose al rio. Tan apartado del pueblo que no escucho ningún grito. El humo ascendía en espirales formando gruesas nubes negras sobre las casas y el horror que trae consigo la extrema quietud que pululaba en el ambiente. Les habían tomado por sorpresa, desde luego, porque no había nadie en el destacamento que les viera acercarse para dar alarma y poder guarnecerse del mal que hacia el pueblo se enfilaba. Los bandidos habían tomado de todo. Cosechas y animales, vinos y cerveza, niños y mujeres. Y las vidas de quienes trataron de enfrentarlos.
En ese instante con el hedor de la muerte en sus narices y la desolación frente a sus ojos Joan comprendió su error. No debió haberse ido, se lo repetía para si una y otra vez. Él podría haberlo evitado dando aviso, si tan solo hubiese sido responsable y acudido a su puesto en vez de hacer el vago en el rio él podría haberlo evitado, hubiese sido tan simple como sonar una campana y asi todos se hubieran preparado. Tantas vidas se hubieran salvado, tantas familias no se hubiesen separado.
Joan gritó. De pena y culpa, llevándose las manos a la cabeza al sentir como se perdía su cordura y su mente se enfilaba poco a poco a la locura. Aquello era su culpa, se decía, su culpa.
Re: El puesto vacío
Cuando se planteó el hecho de que nadie notaba si él estaba de guardia o no, creí que el relato tomaría un rumbo más existencial, pero no ha sido el caso. De todos modos ha estado bueno, sirve de fiero recordador para no aflojar.
Re: El puesto vacío
manto escribió:De todos modos ha estado bueno, sirve de fiero recordador para no aflojar.
Eso es porque en sí, lo escribí pensando que sería para mi hermana (le habia encargado buscar un cuento corto)
gracias por leerlo manto.
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