Sonrisa infantil.

Estás temiendo al silencio, a la oscuridad, estás temiendo lo nuevo que está por llegar. Y no puedo dejar de pensar — ¿te das cuenta acaso de la realidad?—pareces tan seguro y firme como la superficie en calma del mar.

— ¿Pero y más allá de esa calma superficie?— me pregunto — ¿eres acaso consciente de tu propio dolor?

Yo he visto más allá, rasgando esa capa de frialdad —zambulléndome bajo esa superficie— pero no había paz allí, sino miles de corrientes luchando por ti, por ser aquella que predomine en tu interior —pude sentirte estremecer— en tristeza por la falsa calma, en tristeza por la incesante lucha.


Esos ideales que siempre defendiste con saña, sin dejarte por nadie intimidar — ¿Qué tan falsos te parecen ahora?—lloras por dentro, indeciso, mientras las distintas corrientes jalan de ti.


No sabes qué hacer, ya no sabes en qué creer —tus ideales te dieron la espalda—viste el dolor que generaban, lo sentiste en tu propia piel.Aún lo sientes en ti, aún escuchas el amargo llanto de tantos años perdidos, en una causa sin fundamento.


—Y mis ojos te observan, esperando pacientes que notes mi presencia— pareces tan perdido, tanto como para no ver lo que antes inmediatamente habrías percibido —mi mirada atravesando tu alma


Quisiera tenderte mi mano y señalarte el camino, quisiera devolverte la fe en ti mismo, la fe en los demás que te rodean y sonríen con tristeza ante tu indiferencia.


Cuántas veces te oí hablar seguro de ti mismo, seguro de saber la verdad — ¿dónde está ese ser de mis recuerdos? — ese que ni un ejército entero podría avasallar, yo aún puedo verlo, agazapado, esperando su momento para poder a ti regresar.


Pero tú no se lo permites, sumido en ese mar de tristeza y confusión, no deseas creer en nada ni en nadie.


Piensas que así preservas tu corazón y tu alma de más dolor, pero ¿no estás impidiendo también el paso del cariño? — Te sigo observando, sigo tus desviados pasos, no deseo que te pierdas aún más en el camino— pero no me lo pones fácil, no deseas sentir mis manos sobre tus hombros, ni mi clara voz llamándote en el manto de silencio con el que te envuelves.


—Cierro los ojos— muchos son los que me han dicho que te abandone, que eres ya un caso perdido en un mar de gente en desesperanza —pero confío en ti— no puedo abandonarte a tu suerte, no cuando más necesitas de mí.


Aunque ni tan siquiera sepas que existo, aunque nunca te hayas percatado de la pequeña que te seguía admirada por tu coraje, la que se sentía protegida con solo escucharte —aún sabiendo cuán falsas eran tus creencias— eras la luz de un brillante sol entre un mar de pequeñas llamas de vela.


—Te rodeo suavemente con mis brazos—te detienes, te estremeces, me has sentido.


Girándote lentamente me ves sorprendido, veo en tu mirada mil preguntas, ¿Quién eres?, ¿Qué quieres?, ¿Cuánto llevas aquí?


Te doy mi respuesta — la sonrisa de una niña que una vez llegaste a vislumbrar— te tiendo una mano que tú miras indeciso — aumento mi sonrisa infantil— me acerco más a ti, susurrando ligeras palabras que una vez te escuché decir.


«Porque rendirse en el camino de la vida es de cobardes, porque si te equivocas debes retractarte y reparar el daño hecho»

Me miras con la sorpresa escrita en tus ojos — poso un beso en tu mejilla— rendirse no es una opción, ahora lo estás viendo, susurro una última frase en tu oído.


«Si escogiste mal el camino, si sufres por ello. Elige de nuevo, pero nunca dejes de brillar»

Y entre las ligeras nieblas del olvido —te doy la espalda—nuestro camino juntos concluye aquí, pero mi corazón siempre estará para ti, cuando necesites: de una sonrisa infantil.