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Acompañando a la soledad
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Acompañando a la soledad
Bueno, aquí presento mi one-shot concursante.
La verdad es que no quería ser el primero en publicar, pero me voy de viaje unos días y no sé si llegue a tiempo antes de que temrine el lapso de presentación.
En fin, espero que haya sido de su agrado. Un saludo!
La verdad es que no quería ser el primero en publicar, pero me voy de viaje unos días y no sé si llegue a tiempo antes de que temrine el lapso de presentación.
- Spoiler:
- Acompañando a la soledad
Un viento fuerte sopló desde el norte, agitando a los resecos árboles y forzándolos a desprenderse de varias de sus ramas. Una horda de papeles y basura corrió apresurada, perseguida por las ráfagas de aire que se sucedían indiscriminadamente. Sin embargo, el cielo se hallaba inmóvil, inmutable; las nubes flotaban estáticas y grises sobre un charco negro que servía de manto para cubrir la ciudad. No había en él el más mínimo de los destellos, llano e imponente se extendía hacia el infinito. Pero a pesar de ello, las calles vestían una tenue iluminación, como si la luz de un tímido sol invisible llenara cada rincón, más no abrigara ante el indiferente tacto del día.
El aire sopló acariciándole el cabello, entonces se dio cuenta de que estaba vivo. Observó sin comprender a su alrededor, imponentes y vidriados edificios se erguían soberbiamente hacia el cielo, buscando rascar a las nubes que descansaban en su sueño eterno.
No entendía qué era lo que hacía en aquel lugar, tampoco recordaba cómo había llegado allí. Buscó en su memoria con todo el afán que pudo, pero a su mente no llegaba nada anterior a encontrarse en medio de aquella calle. Ni siquiera podía decir con seguridad cuál era su nombre, aunque casi podía afirmar que los conocía todos, pero de ninguna manera lograba identificar al suyo.
Durante algunos momentos se mantuvo parado y observando el piso a sus pies, el asfalto de la calle y una línea de pintura blanca que la dividía. Pasó el tiempo, y una vez más no supo si habían sido algunos minutos, solo unos segundos o tal vez había estado parado allí por horas. Comprendió que por sí mismo no alcanzaría ninguna respuesta, decidiendo así comenzar a caminar en busca de algo que le permitiera recordar.
Era una amplia avenida, rodeada por tiendas y centros comerciales ineluctablemente solitarios, los accesorios y objetos en las vidrieras lucían intactos. Autos estancados, sin energía, regaban las calles. A un lado, en donde la vereda se ensanchaba en una especie de parque céntrico, se levantaba una tarima sobre la que un enorme afiche gritaba alegre: “Feliz año nuevo”. Salían los rostros de muchas personas, estrellas y líneas que lo decoraban, debajo había un número escrito en dorado: 2135.
No le prestó demasiada importancia, en qué momento se encontrara no cambiaría su situación.
Pasó por delante de un local en el que vendían la ropa de moda, de muchos y vívidos colores, los maniquíes de la vidriera parecían la cosa más viva en la ciudad, centinelas que lo observaban todo, que conocían el misterio que envolvía al mundo. Sabía que nunca había estado en aquel lugar, sin embargo todo le resultaba extrañamente familiar.
Se acercó a ellos, consiguiendo ver su propio rostro en el reflejo del vidrio. Sus ojos eran negros como el cielo que lo envolvía, asimismo su cabello que apenas llegaba hasta su nuca. No podía decir si su estatura era alta o baja, o si su piel lucía pálida o no, pues no tenía con quién compararse.
Mientras se escrutaba e identificaba, se percató de una pequeña grieta que recorría un lado del vidrio, todo lo que había encontrado en la ciudad parecía en perfecto estado, sin embargo allí estaba esa ruptura. Su corazón se aceleró inexplicablemente, tal vez sintiera que algo nuevo venía a su mente, o que aquella anomalía le daría el pase a recordar todo lo que necesitaba.
Acercó su rostro a ella y posó su mirada en las formas que recorría. Parecía una rajadura dentro del cristal. Depositó suavemente los dedos mayor e índice sobre el transparente elemento y recorrió el camino de manera lenta, acariciando su superficie; entonces una brusca y veloz sombra se agitó dentro del local, derribando uno de los muñecos que posaba modelando aquellas ropas en venta. Se sobresaltó de sobremanera, el corazón le dio un vuelco que le llevó a pensar que se escaparía de su pecho. Caminó varios pasos atrás alejándose del lugar y se detuvo en seco, clavando la vista en el punto exacto donde había divisado el movimiento.
Nada.
A pesar de deslizar su vista una y otra vez por el sitio, nada más se movió, nada parecía estar vivo, creyó que su imaginación le había jugado una mala pasada pero el maniquí caído se empeñaba en contradecirlo. Con lo pacífica que había resultado la ciudad hasta ese momento, era imposible pensar que algo se moviera, y mucho menos cayera, por sí solo. Tal vez era un indicio de que comenzaba a volverse loco.
Se alejó y se dirigió a una calle que se separaba hacia un costado. Al cruzar la avenida, notó que el asfalto por el que caminaba presentaba alguna que otra grieta, no se había percatado antes, pero el estado de la ciudad no era tan óptimo como lo habría creído en un principio.
El callejón que ahora recorría era mucho más angosto que la calle que atravesaba el lugar de compras, los edificios de los lados ya no eran de cristal, sino de unos deprimentes y macizos muros de ladrillos grises. Tachos de basura obstruían el paso de vez en cuando, su contenido aparecía esparcido por el suelo con más frecuencia. Se detuvo y pegó la espalda contra la pared, nada se movía a su alrededor, pero no podía dejar de sentir que era observado.
Quiso gritar preguntando si había alguien ahí, pero no se atrevió. Si realmente algo estuviera allí, se hubiera presentado ante él, o sencillamente, si no se había presentado ante él hasta ese momento, no iba a hacerlo porque se lo pidiera cortésmente.
Fue entonces que le pareció, por segunda vez, ver a una sombra moverse. Esta vez entre los botes de basura, la tapa de uno de ellos cayó provocando un estrepitoso estruendo a lata que retumbó por todo el callejón. Los pelos de su nuca se erizaron y el corazón comenzó a acelerársele violentamente.
Se presentó dubitativo por los segundos que siguieron, pero quedarse allí parado esperando sin saber a qué no le hacía ninguna gracia, por lo que se echó a correr al lado opuesto. No era muy ágil, pero la situación lo apremiaba y si había algo que no quería en ese preciso momento, era conocer a la cosa que lo acechaba inescrupulosamente.
Trastabilló con una bolsa que se interpuso en su paso, la cual se aferró a su pie como el tentáculo de un pulpo y lo llevó a dar un giro que acabó con su espalda contra la pared una vez más. A su derecha, entre otros bultos, la sombra apareció en movimiento dejando caer algunas de aquellas bolsas negras y desparramando trastos por doquier. Si se trataba de la misma cosa, era demasiado rápida como para huir, o tal vez había más de una; fuera cual fuera la verdad, ambas opciones traían la desgracia a su mente.
Observó la ventana de uno de los apartamentos de la planta baja justo en frente suyo, sin pensarlo dos veces se desprendió del frío muro, corrió utilizando un tacho como escalón y se arrojó con todo su cuerpo hacia el rectángulo que simbolizaba su salvación momentánea.
Los vidrios estallaron cuando la atravesó, se golpeó la cadera y las piernas contra el borde y cayó finalmente al suelo.
Hallándose en una lúgubre cocina, con su mejilla reposando sobre las baldosas blancas y negras que cubrían el suelo, se levantó. El tiempo se sentía paralizado, ni una gota de aire circulaba. Aunque todo indicara abandono, ni siquiera una capa de polvo cubría el lugar.
Caminó inseguro hacia la puerta que conectaba a la siguiente habitación, mirando de vez en cuando a la ventana por la que hubo ingresado. Ningún otro movimiento sucedió, dándole un ligero alivio.
Sirviéndose de aquel departamento como camino, se encontró con la salida del mismo, la cual lo llevó a otro callejón. Éste aparentaba estar más demacrado, más papeles revoloteando llegaron desde lo lejos; hacia su derecha el callejón continuaba con una angosta escalera de concreto que parecía conducir sobre unas vías de ferrocarril, mientras a la izquierda parecía haber un interminable camino hacia el infinito, puertas y más puertas en altísimas paredes grises que se perdían en la oscuridad.
Un golpe retumbó en una de aquellas puertas, asustándolo por completo. Así decidió sin dudas tomar la escalera, saltándose dos o tres escalones en su corrida.
Perturbado por el sonido de pasos debajo de él, se apresuró a cruzar aquel puente, pero llegado al otro lado creyó ver salir una mano que intentaba tomarlo por el cuello, lo que lo llevó a perder el equilibrio al hacerse a un lado bruscamente, y caer por las escaleras que descendían.
Se detuvo en piso plano, sobre las baldosas de una vereda. Se encontraba nuevamente en una amplia avenida, completamente desierta. Su pierna izquierda le dolía y a duras penas lograba dar un paso luego del otro.
Se vio paralizado al llegar a la mitad de la calle. La figura de un hombre, completamente negra, lo contemplaba desde la distancia, parado exactamente en el cruce de dos avenidas.
Un sudor frío recorrió su rostro, pero a pesar del miedo que sentía, y los fuertes deseos por salir de aquel lugar, sus piernas no reaccionaban. Gritó en silencio una y otra vez órdenes para sus extremidades, como si pudieran escucharlo o recibir algo de valor para moverse por él.
La silueta comenzó a acercarse poco a poco, no lucía apresurada.
Cada metro que la figura avanzaba lo llenaba de un temor más profundo, de súbito sabía que aquel ser le traería las respuestas que buscaba, pero también comprendía que no quería oírlas.
El cuerpo de aquel ente era idéntico, en tamaño y forma al menos, al de un hombre común y corriente, sin embargo solo en eso se parecían. Su figura entera parecía cubierta en un lodo negro, tan negro como oscuridad pueda haber, escondiendo cada parte de su ser. Se detuvo frente a él y mostró lo único que dejaría visible: Una sonrisa completamente blanca.
—No puedes huir…
Las piernas volvieron a responderle, valiéndose de ellas intentó correr tan rápido como le fuera posible, pero cayó sobre el asfalto cuando el hombre de negro saltó violentamente por su espalda y lo tomó por el torso.
—¡Suéltame monstruo! —Chilló el hombre de ojos negros mientras la vista se le nublaba en lágrimas.
El ser lo miró con dos inmensos ojos que aparecieron dibujados en el lugar en que debía ir su rostro —¿Monstruo?
La sonrisa apareció en el negro semblante una vez más —¿Cómo me llamas monstruo cuando tú y yo somos lo mismo?
—¡No..! ¡NO! ¡Aléjate de mí! ¡Estás con esas cosas, las sombras!
El ente negro lo soltó y se incorporó, ladeó su cabeza hasta una posición horizontal en la que cualquier cuello ordinario se denominaría quebrado y volvió a hablar:
—¿Tengo que volver a explicarte todo?
Ninguno de los dos se movió, mientras el silencio retomaba su reinado en la ciudad para ser quebrado por la próxima palabra que sería pronunciada, la cual no se hizo esperar.
—¿Qué año es aquí? —Preguntó el ser. Pero tras no recibir respuesta, continuó —¿No recuerdas el último año de este mundo?
El pelinegro articuló movimientos con la boca, como si intentase hablar, más ninguna sílaba se atreviera a salir de ella.
—Este mundo conoció su fin en el año dos mil ciento treinta y cinco. Pero la humanidad que lo habitaba evitó correr con la misma suerte que le brindaron.
El hombre mantenía sus ojos clavados en aquel ente que le hablaba, sus músculos, por segunda vez, se mostraban reacios a corresponder con ninguna orden que les diera.
El ente negro dio unos pasos caminando hacia atrás, tomando algo de distancia. Enderezó su cabeza y prosiguió —Cuando su mundo se vio perdido, escaparon hacia el espacio. Dirigiéndose a un lejano planeta que replicara las condiciones ideales para continuar la vida.
—¿De qué estás hablando…? —Se atrevió a pronunciar incrédulo quien oía.
El ser ladeó su cabeza del mismo modo, cambiando solamente la dirección en que lo hacía —Imagino que buscando en tu cabeza habrás llegado ya a la conclusión de que todo esto es un sueño…
El pelinegro consiguió al fin cambiar de postura, girando lo suficiente como para quedar con una rodilla al suelo y de cara a su interlocutor.
—¿Sueño…? ¡Déjate de locuras! ¡¿Qué está pasando aquí?!¡¿Qué son esos fantasmas?!¡¡¡¿Quién soy yo?!!! —Gritó con toda la fuerza de sus pulmones.
La sonrisa en el rostro del ser se borró, como también lo hicieron sus ojos. Solo una línea blanca quedó donde parecía estar su boca.
—Los humanos se dirigen hacia aquel planeta en estos momentos. Durmientes esperan el día en que arriben, por lo cual este mundo fue creado a partir de los recuerdos de cada uno de ellos.
—¿Qué dices? —Cuestionó el hombre sin creer una sola palabra aún.
El ente continuó —Es natural que aparezcan sombras deambulando —ignoró al sujeto que lo interrogaba— después de todo, no todas las mentes pueden estar sincronizadas constantemente. Por eso cuando la sincronía falla, este mundo se distorsiona y deteriora, ¿Has notado cómo cambió la ciudad?
—No… No entiendo… ¡Es imposible! —Un incómodo silencio se extendió.
—Se recreó al mundo, tal y como los humanos lo dejaron, donde sus mentes pudieran habitar mientras durmieran en su viaje, para así evitar su muerte.
El hombre de ojos oscuros negó con la cabeza.
—Esperaba que comprendieras por ti mismo esta vez… Esto nos lleva a tu última pregunta… —El ser hizo una pausa —Tú eres las mentes de cada persona durmiente reunidas en un único ser. Tú eres todos y ninguno.
—...Mientes… ¡MIENTES! —Sollozó el pelinegro, negando con cada célula de su cuerpo la última respuesta escuchada.
El hombre de negro volvió a sonreír —Estoy aquí para recordártelo todas las veces que sea necesario, después de todo soy aquello que quieres olvidar.
Se puso de pie haciendo caso omiso del dolor que sentía por la caída anterior, pero pronto notó que no existía dicho dolor —¡No…! ¡No puede ser! ¡¡¡NOOOOOOOOO!!!
Giró sobre sí mismo, tropezando pero no lo suficiente como para caer, y corrió desesperado al lado contrario del ser negro, llorando y gritando desgarradamente, intentando escapar de su realidad.
Por detrás, la silueta negra soltó un golpe con su brazo derecho, el cual se extendió sin límites tras el hombre que huía.
Su pecho fue atravesado por una mano negra que lo encontró por la espalda.* * *
Sus ojos se abrieron como platos, negros en la oscuridad, tanto como su cabello. Su rostro y cuerpo se hallaban completamente empapados por sudor —Otra vez esa pesadilla… —Se sujetó la frente con las manos y se levantó. Cambió su ropa y salió de aquella habitación.
Caminó mirando a un lado y al otro por varios minutos hasta llegar al final del recorrido —Todo está en orden —dijo taciturno, entonces se giró a observar el camino por el que había venido.
Un inmenso puente de color blanco surcaba de lado a lado una increíble habitación, a los costados de éste, miles y miles de cápsulas brillaban con una luminiscencia blanquecina en columnas y filas sistemáticamente agrupadas. Dentro, personas reposaban tranquilas en un letargo eterno.
Recorrió el lugar con la vista —Monitor del arca de la humanidad, porque no podían confiar en máquinas para hacer el trabajo… —Se dijo a sí mismo —Tal vez ese sueño que tengo tan seguido sea la realidad y ésta solo una pesadilla…
En fin, espero que haya sido de su agrado. Un saludo!
Última edición por MaNtoSastO el Dom Dic 02, 2012 6:57 am, editado 1 vez
Re: Acompañando a la soledad
Wow! Tremendo One-shot te escribiste! Adoré cada descripción del mundo que dabas. En cierto punto me hizo recordar al juego Shin Megami Tensei: Persona 3 y Persona 4 por las sombras y el ambiente que presentabas. Pero más aun el final fue lo que me gustó, dejando la intriga y deseo de saber que sucederia luego jeje
Saludos de Perón!
Saludos de Perón!
SiriusTheWolf- Bardo
- Mensajes : 62
Fecha de inscripción : 18/03/2012
Localización : Somewhere in the existence
Re: Acompañando a la soledad
Soberbio como siempre. Volver a leer este relato tuyo se siente tan emocionante como la primera vez que lo hice. Desde el principio hasta el final, siempre manteniendo un estilo de narración emocionante y misterioso.
Gran trabajo manto.
Gran trabajo manto.
Re: Acompañando a la soledad
Concuerdo con Yuske, trae buenos recuerdos. Estaba de viaje mientras el concurso tenía lugar y lo leí en alguna plaza en Morelia. De no haber sido así probablemente no hubiera podido dormir esa noche. Excelente suspenso.
templar.mime- Guardia literal
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